Éxodo 7:1-25: La plaga de sangre
7.1 Dios constituyó a Moisés "dios para Faraón". En otras palabras, una persona poderosa que merecía ser escuchada. Faraón mismo era considerado un dios, así que reconoció a Moisés como uno de sus pares. Su negativa a ceder ante Moisés demuestra, sin embargo, que Faraón no se sentía inferior a él. 7.11 ¿Cómo fue posible que los encantadores y los magos imitaran los milagros de Moisés? Algunos de sus actos involucraban trucos o mera ilusión, y otros pudieron utilizar el poder satánico, ya que adorar dioses del mundo de los muertos era parte de su religión. Irónicamente, cada vez que los encantadores imitaban las plagas de Moisés, sólo empeoraba las cosas. Si los magos hubieran sido tan poderosos como Dios, habrían podido revertir las plagas, no añadirlas. 7.12 Dios realizó un milagro al convertir la vara de Aarón en una serpiente. Pero los magos de Faraón pudieron imitar el acto con trucos o hechicería. Aunque los milagros nos pueden ayudar a creer, es muy peligroso depender sólo de ellos. Satanás puede imitar algunas partes de la obra de Dios y sacar a la gente del camino. Faraón centró toda su atención sólo en los milagros y no en el mensaje. Podemos evitar cometer este error al permitir que la Palabra de Dios sea la base de nuestra fe. Ningún milagro de Dios respaldaría cualquier mensaje contrario a las enseñanzas de su Palabra. 7.17 Dramáticamente, Dios convirtió las aguas del Nilo en sangre para mostrar a Faraón quién era El. ¿Ha deseado en algunas ocasiones que suceda un milagro para estar seguro de Dios? Dios le ha dado a usted el milagro de la vida eterna por medio de la fe en El, algo que Faraón nunca obtuvo. Este es un milagro silencioso y, aunque es menos evidente en este momento, es tan extraordinario como cuando convirtió el agua en sangre. El deseo de señales espectaculares puede hacernos desconocer los milagros más sutiles que Dios está realizando a diario. 7.20 Egipto era una gran nación, pero la mayor parte de la población se encontraba en las márgenes del río Nilo. Esta vía fluvial de casi cinco mil quinientos kilómetros era realmente un río de vida para los egipcios. Hacía posible la vida en una tierra que estaba prácticamente desierta al proporcionar agua para beber, para la agricultura, para el aseo y para la pesca. La sociedad egipcia era un cinturón de civilización alineado en las márgenes de esta fuente de vida y raramente se adentraba en el desierto que la rodeaba. Sin el agua del Nilo, Egipto no podía haber existido. ¡Imagínese la consternación de Faraón cuando Moisés convirtió este río sagrado en sangre!
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